En los últimos años la salud pública cubana ha logrado
grandes éxitos. Se desplazaron las enfermedades infecciosas de los primeros
lugares de morbilidad y mortalidad y ahora son las enfermedades crónicas
no trasmisibles las que ocupan los primeros lugares, al igual que en los países
desarrollados, donde los aspectos psicológicos y sociales de la enfermedad
adquieren una nueva dimensión a la hora de su análisis integral
en el ser humano.
El hombre, por su esencia social, posee rasgos fundamentales y particularmente
específicos que lo diferencia radicalmente de otros seres vivos. Esto
obliga a enfocar la salud de las personas no sólo desde posiciones biológicas,
sino conside-rando las características sociales y dentro de éstas,
las psicológicas y espirituales.
Los médicos de la familia, al intervenir en las situaciones de salud
de la comunidad, crean las condiciones necesarias para influir en la formación
de estilos de vida diferentes y lograr que la población se incorpore
a las transformaciones del medio social que les rodea y, de esta forma, se modifiquen
ellos mismos, y asuman valores y conductas de vida mucho más sanas que
harán posible los cambios futuros que se esperan en el país dentro
del campo de la salud.
Entre los hechos científicos más importantes que sustentan la
relación de lo biológico y lo social están, la diferencia
entre la salud humana y la animal, y la evolución histórico social
de la salud del hombre, aspecto este último que se analiza en el tema
sobre la historia de la medicina como ciencia sociobiológica.
La salud y la enfermedad como procesos de vida
La salud, o mejor, el proceso salud-enfermedad, es una dimensión armónica
que todo lo gobierna. El bienestar no se puede administrar, ni por vía
oral, ni por vía parenteral, sino que nace de la integración cuerpo-mente.
Constituye un reflejo de la armonía somática y psicológica.
La salud, holísticamente concebida, no se puede recetar. Brota de una
actitud: de la aceptación de las incertidumbres de la vida, de la voluntad
de tomar responsabilidad de los hábitos propios, de practicar relaciones
humanas satisfactorias, de la manera en que se perciben y manejan las relaciones
humanas, así como de tener un objetivo en la vida. Todo ello constituiría
como una especie de matriz invisible que debemos admirar.
En la medida en que la ciencia amplía el espectro de su acción
y va logrando síntesis más amplias, diversos enigmas van dibujándose
con otro sentido. Aún cuando no sabemos cómo las creencias y expectativas
afectan a la salud, sí tenemos la convicción de que es así.
Hace dos siglos, Franz Anton Mesmer fue expulsado de la Academia Francesa,
tras haberse decretado que la hipnosis era un fraude. Hoy, cobra vigencia lo
que un miembro de tan prestigiosa institución replicó cuando dijo:
«-Si eso es así, ¡qué cosa tan maravillosa debe ser
la imaginación!».
Durante décadas, la ciencia ha intentado «explicar» un misterio,
al invocar otro misterio. Así, un buen día, el misterio de la
cadena de polipéptidos en forma de espiral se convirtió en ADN
y hoy, el misterio de la herencia somática se devela en el mapa del genoma
humano. La ciencia se encuentra aún enfrentada al hecho inevitable y
contundente que ejercen las expectativas del paciente. El llamado «efecto
placebo», es hoy por hoy, mucho más que sustancias inertes suministradas
a pacientes difíciles. Existen otras dimensiones, como el prestigio del
profesional, las características de la institución de salud, la
«mística» de un determinado tratamiento, la actitud del personal
facultativo o la fama del doctor; que pueden contribuir a la curación,
al trabar contacto con las expectativas del paciente. El placebo activa determinadas
capacidades permanentes de la mente. Diversas investigaciones han demostrado
que el alivio del dolor que proporciona el placebo parece deberse, por tanto,
a la liberación por el cerebro de un analgésico natural. No obstante,
el tratamiento no científico de este proceso, lleva a considerarlo como
un truco que funciona en gente cuyos sufrimientos no son «reales»,
malentendiendo que descansa en un concepto ingenuo de la realidad y en la ignorancia
del papel que juega la mente como creadora de experiencias.
La curación a veces ocurre de manera automática cuando se liberan
actitudes mentales negativas. Tal como si existiese una «fuerza vital
o principio ordenador» que se dispone a reestablecer el estado natural
de salud y totalidad, simplemente cuando uno logra liberarse de la barrera que
suponen las expectativas negativas, como son entre otras, el escepticismo, la
desconfianza y sobre todo, el miedo.
Diferencia entre la salud humana y animal en el desarrollo histórico
La diferencia entre la salud humana y la animal, ha sido estudiada y continúa
siéndolo, por diferentes investigadores. Si el hombre es distinto del
animal, es lógico que la salud humana sea cualitativamente diferente,
independiente de aquellas circunstancias que a su vez la hacen, en cierto sentido,
similar.
La inconsistencia del enfoque biologizador en el estudio del hombre y de su
psiquis, no sólo es confirmada por los datos científicos que desentrañan
la esencia social del hombre, sino también por toda la historia de la
humanidad. Este enfoque menoscaba la diferencia cualitativa en el comportamiento
del hombre y de los animales y eleva el problema de lo biológico en la
correlación con lo social en el hombre.
Igualmente inconsistente es el enfoque sociologizador, o sea, la interpretación
del hombre como cierta condensación de la economía, la cultura,
la espiritualidad o el socium, privada por completo de lo que sea biológico,
orgánico y, en general, propio de la naturaleza. Dentro de la medicina
tienen también un valor determinante los diferentes enfoques que se utilizan
para conceptualizar la llamada patología natural de los animales y la
patología humana, porque si el hombre es distinto del animal es lógico
que la patología humana sea cualitativamente diferente de la animal,
independientemente de aquellas circunstancias que a su vez lo hacen en cierto
sentido similar.
Estudios relacionados con la reproducción en los animales de determinadas
enfermedades infecciosas humanas demuestran que, aunque algunos aspectos se
alcanzan, no se puede reproducir experimentalmente el proceso tal y como acontece
en el hombre. Tampoco se puede reproducir «neurosis» con las características
que esta enfermedad presenta en el hombre. El animal «neurótico»
no existe en condiciones naturales.
Se ha comprobado que el hombre tiene algunas enfermedades que no las padece
el animal o que las sufre en condiciones que son prácticamente extranaturales
a su medio, tales como la diabetes, el asma, el infarto, las neurosis, las úlceras
gastroduodenales, etc., que comúnmente no surgen en los animales o si
aparecen, ocurren en condiciones tan extrañas a su medio natural que
prácticamente se puede plantear que no forman parte de la patología
animal.
El hombre tiene una mayor variación y diversidad en su espectro patológico.
Esto es muy interesante, y por ejemplo, al estudiar los tumores en el hombre
se ha comprobado que son mucho más diversos en sus formas de presentación,
que los que ocurren en los animales. No es que los animales no tengan tumores,
sino que las diferencias de la amplitud del espectro son muy importantes. También
se puede observar que las enfermedades hepáticas, renales, pulmonares,
etc., presentan también mayor diversidad de presentación y sus
manifestaciones sintomatológicas son más variadas en el hombre
que en cualquier otro animal no racional.
Al hombre le son propios y exclusivos los trastornos neuropsíquicos,
relacionados con la esfera del pensamiento; específicamente con la conciencia,
que es propia únicamente del hombre como ser social. El animal tiene
psiquis, pero no tiene conciencia, por tanto, aquellos trastornos que tienen
que ver con la esfera de la conciencia son propios únicamente de los
hombres. Las enfermedades relacionadas con el lenguaje, con la interpretación
de los fenómenos etc., pueden aparecer únicamente en el hombre,
tales como las afasias, las esquizofrenias, las neurosis y las psicosis en general.
Se ha comprobado también que los animales domésticos, criados
en condiciones artificiales, tienen una diversidad patológica mucho más
amplia que la que presenta su misma especie en condiciones naturales. También
es conocido que los animales en estas circunstancias, cambian algunas formas
de su comportamiento habitual como son la agresividad, el sueño, la alimentación,
etc.
El hombre, al transformar activamente el medio que le rodea, crea condiciones
de vida que le permiten liberarse cada vez más de la acción de
los mecanismos de la selección natural, al aumentar la variabilidad dentro
de la especie y poder manifestarse genes latentes o recesivos, lo que no ocurre
en condiciones naturales. De ahí que el espectro de la patología
humana sea más extenso, tanto por su contenido como por su forma, mientras
que sobre el animal actúa con todo su peso la ley de la selección
natural y en la lucha por la existencia sólo sobreviven los más
fuertes, que por otro lado, también son los menos susceptibles a las
enfermedades.
Como resultado de este análisis se puede apreciar que la importancia
de lo social es tal, que el proceso patológico humano se ha modificado
con creces cuando se compara con el de sus antepasados en la escala animal.
La modificación de la patología humana no es un simple proceso
biológico, sino que por el contrario, la humanidad se libera de la influencia
de los mecanismos de la selección natural a costa de la acción
de las relaciones sociales. Se produce como expresamos anteriormente, un cambio
en las características del genoma humano, que complica y diversifica
el proceso patológico cuya tendencia cambia como resultado de la multiplicidad
de acciones del hombre sobre su vida social.
La mente del cuerpo
La conexión existente entre la mente y la enfermedad se va haciendo cada
vez más evidente en la medida en que progresan las investigaciones. Cualquier
enfermedad, sea un cáncer o una esquizofrenia, se origina en el cuerpo-mente.
La salud consiste en la capacidad del cuerpo para transformar y dar sentido
a cualquier nueva información. En la medida en que seamos flexibles,
en que nos adaptemos mejor a un ambiente cambiante (virus, atmósfera
húmeda, polvo) podremos soportar mejor cualquier nivel elevado de tensión.
Es como si el cuerpo tuviera su manera peculiar de «conocer», por
medio del sistema inmunológico. Este sistema está ligado al encéfalo.
La «mente» del sistema inmunológico está dotada de
una imagen dinámica del propio ser. Así, tiene la tendencia de
dotar de sentido a todos los «ruidos» del ambiente, incluyendo virus
y alergenos. El reaccionar violentamente o rechazarlos, no se produce porque
sean extrañas, como se pensaba, sino porque no tienen sentido,
porque no pueden ser encuadradas en el orden de la totalidad. El sistema inmunológico
está dotado de un gran poder y una gran adaptación en su capacidad
de conferir sentido al entorno, pero como está ligado al cerebro, es
vulnerable a las tensiones psicológicas. Es por ello que numerosas investigaciones
han demostrado que los estados de tensión emocional, como la tristeza
o la ansiedad, alteran la capacidad de funcionamiento del sistema inmunológico.
Eso trae como resultado el que «cojamos» un virus, o una «reacción
alérgica». Investigaciones realizadas en animales, han demostrado
que este sistema tiene una memoria muy sutil. Si se asocia un medicamento inocuo
a un inmunosupresor (droga que inhibe el funcionamiento del sistema inmune),
el cuerpo aprende a suprimir su funcionamiento en presencia de solamente el
medicamento inocuo, inclusive meses más tarde. Es de esa manera como
asociamos con frecuencia períodos de tensión en nuestra vida con
elementos inocuos del ambiente (como los alergenos, o sucesos que nos recuerdan
otros acontecimientos), produciéndonos enfermedades crónicas que
perduran mucho tiempo después de haber desaparecido la causa originante
de la tensión. O sea, el cuerpo «se acuerda» de haber estado
enfermo en presencia de esas señales.
Interrelación dialéctica entre lo biológico
y lo social en los procesos vitales y la salud
Ninguna de las leyes biológicas o sociales actúa sobre el hombre
y su salud por separado, todas en conjunto condicionan los factores que determinan
el estado de salud de la población. Constituyen una unidad dialéctica
en la que las biológicas y las sociales se manifiestan diferente, según
los niveles en que se desarrollan los distintos procesos vitales. Tanto unas
como otras actúan en todos los niveles del organismo, de manera que no
actúa sólo lo biológico o sólo lo social de forma
absoluta, ni tampoco actúan las 2 por igual. El problema de la interacción
dialéctica consiste en que unas u otras leyes, sociales o biológicas,
predominan según el nivel en que se produce el proceso vital o fenómeno
de salud.
En los niveles inferiores (molecular, celular) predominan las leyes biológicas,
y a medida que se pasa a los niveles superiores van predominando las leyes sociales
hasta llegar al hombre integralmente como ser social, más aún,
cuando se valora la salud de colectivos de personas, la salud de la sociedad,
donde el predominio de lo social se manifiesta de manera muy evidente. Un ejemplo
de la práctica médica, la atención a pacientes diabéticos,
facilitará la comprensión de este problema:
La diferencia del hombre con otros seres vivos está dada en que por
su esencia, el hombre es un ser social, y por tanto, en su vida, en su salud,
las leyes sociales son, en última instancia, las determinantes. Los factores
condicionados por leyes biológicas generales y específicas o por
leyes que influyen sobre la salud del hombre, se manifiestan directa o indirectamente,
siempre a través de su vida social.
Importancia de la relación entre lo biológico
y lo social en medicina y salud pública
La comprensión correcta de la relación que existe entre las leyes
y categorías biológicas y sociales tiene gran importancia teórica
y práctica en el ejercicio de la profesión médica y para
el médico como trabajador científico.
Al enfocar correctamente la relación dialéctica que existe entre
las leyes y categorías biológicas y sociales, el médico
puede estudiar y actuar sobre los factores socioeconómicos y biológicos
que influyen en el estado de salud de las personas, la familia y la comunidad.
Esto le permitirá un mejor desempeño, fundamentado científicamente,
en su práctica profesional.
La enfermedad como resquebrajamiento de una unidad total
En lugar de ver la enfermedad solamente como el mal funcionamiento de una parte
del cuerpo, debe percibirse también como una oportunidad de crecimiento
y transformación. Debe aprovecharse el sentido terrible y catastrófico
del suceso para ayudar a la reorientación de las prioridades del paciente,
así como para ayudarle a descubrir o restaurar la percepción que
tiene de sí mismo, la sabiduría y el sentido de interconectividad
de toda su experiencia a lo largo de su vida.
La enfermedad debe visualizarse desde una nueva perspectiva: como un proceso
de aprendizaje, como una oportunidad única para adquirir habilidades
frente al dolor y el sufrimiento, para explorar las relaciones entre el individuo
y la comunidad, para experimentar el proceso curativo como parte integrante
de la relación paciente-equipo de salud.
Bibliografía consultada
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