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Tema II

El hombre como ser biopsicosocial

Introducción

En los últimos años la salud pública cubana ha logrado grandes éxitos. Se desplazaron las enfermedades infecciosas de los primeros lugares de morbilidad y mortalidad y ahora son las enfermedades crónicas no trasmisibles las que ocupan los primeros lugares, al igual que en los países desarrollados, donde los aspectos psicológicos y sociales de la enfermedad adquieren una nueva dimensión a la hora de su análisis integral en el ser humano.

El hombre, por su esencia social, posee rasgos fundamentales y particularmente específicos que lo diferencia radicalmente de otros seres vivos. Esto obliga a enfocar la salud de las personas no sólo desde posiciones biológicas, sino conside-rando las características sociales y dentro de éstas, las psicológicas y espirituales.

Los médicos de la familia, al intervenir en las situaciones de salud de la comunidad, crean las condiciones necesarias para influir en la formación de estilos de vida diferentes y lograr que la población se incorpore a las transformaciones del medio social que les rodea y, de esta forma, se modifiquen ellos mismos, y asuman valores y conductas de vida mucho más sanas que harán posible los cambios futuros que se esperan en el país dentro del campo de la salud.

Entre los hechos científicos más importantes que sustentan la relación de lo biológico y lo social están, la diferencia entre la salud humana y la animal, y la evolución histórico social de la salud del hombre, aspecto este último que se analiza en el tema sobre la historia de la medicina como ciencia sociobiológica.

La salud y la enfermedad como procesos de vida

La salud, o mejor, el proceso salud-enfermedad, es una dimensión armónica que todo lo gobierna. El bienestar no se puede administrar, ni por vía oral, ni por vía parenteral, sino que nace de la integración cuerpo-mente. Constituye un reflejo de la armonía somática y psicológica. La salud, holísticamente concebida, no se puede recetar. Brota de una actitud: de la aceptación de las incertidumbres de la vida, de la voluntad de tomar responsabilidad de los hábitos propios, de practicar relaciones humanas satisfactorias, de la manera en que se perciben y manejan las relaciones humanas, así como de tener un objetivo en la vida. Todo ello constituiría como una especie de matriz invisible que debemos admirar.

En la medida en que la ciencia amplía el espectro de su acción y va logrando síntesis más amplias, diversos enigmas van dibujándose con otro sentido. Aún cuando no sabemos cómo las creencias y expectativas afectan a la salud, sí tenemos la convicción de que es así. Hace dos siglos, Franz Anton Mesmer fue expulsado de la Academia Francesa, tras haberse decretado que la hipnosis era un fraude. Hoy, cobra vigencia lo que un miembro de tan prestigiosa institución replicó cuando dijo: «-Si eso es así, ¡qué cosa tan maravillosa debe ser la imaginación!».

Durante décadas, la ciencia ha intentado «explicar» un misterio, al invocar otro misterio. Así, un buen día, el misterio de la cadena de polipéptidos en forma de espiral se convirtió en ADN y hoy, el misterio de la herencia somática se devela en el mapa del genoma humano. La ciencia se encuentra aún enfrentada al hecho inevitable y contundente que ejercen las expectativas del paciente. El llamado «efecto placebo», es hoy por hoy, mucho más que sustancias inertes suministradas a pacientes difíciles. Existen otras dimensiones, como el prestigio del profesional, las características de la institución de salud, la «mística» de un determinado tratamiento, la actitud del personal facultativo o la fama del doctor; que pueden contribuir a la curación, al trabar contacto con las expectativas del paciente. El placebo activa determinadas capacidades permanentes de la mente. Diversas investigaciones han demostrado que el alivio del dolor que proporciona el placebo parece deberse, por tanto, a la liberación por el cerebro de un analgésico natural. No obstante, el tratamiento no científico de este proceso, lleva a considerarlo como un truco que funciona en gente cuyos sufrimientos no son «reales», malentendiendo que descansa en un concepto ingenuo de la realidad y en la ignorancia del papel que juega la mente como creadora de experiencias.

La curación a veces ocurre de manera automática cuando se liberan actitudes mentales negativas. Tal como si existiese una «fuerza vital o principio ordenador» que se dispone a reestablecer el estado natural de salud y totalidad, simplemente cuando uno logra liberarse de la barrera que suponen las expectativas negativas, como son entre otras, el escepticismo, la desconfianza y sobre todo, el miedo.

Diferencia entre la salud humana y animal en el desarrollo histórico


La diferencia entre la salud humana y la animal, ha sido estudiada y continúa siéndolo, por diferentes investigadores. Si el hombre es distinto del animal, es lógico que la salud humana sea cualitativamente diferente, independiente de aquellas circunstancias que a su vez la hacen, en cierto sentido, similar.

La inconsistencia del enfoque biologizador en el estudio del hombre y de su psiquis, no sólo es confirmada por los datos científicos que desentrañan la esencia social del hombre, sino también por toda la historia de la humanidad. Este enfoque menoscaba la diferencia cualitativa en el comportamiento del hombre y de los animales y eleva el problema de lo biológico en la correlación con lo social en el hombre.

Igualmente inconsistente es el enfoque sociologizador, o sea, la interpretación del hombre como cierta condensación de la economía, la cultura, la espiritualidad o el socium, privada por completo de lo que sea biológico, orgánico y, en general, propio de la naturaleza. Dentro de la medicina tienen también un valor determinante los diferentes enfoques que se utilizan para conceptualizar la llamada patología natural de los animales y la patología humana, porque si el hombre es distinto del animal es lógico que la patología humana sea cualitativamente diferente de la animal, independientemente de aquellas circunstancias que a su vez lo hacen en cierto sentido similar.

Estudios relacionados con la reproducción en los animales de determinadas enfermedades infecciosas humanas demuestran que, aunque algunos aspectos se alcanzan, no se puede reproducir experimentalmente el proceso tal y como acontece en el hombre. Tampoco se puede reproducir «neurosis» con las características que esta enfermedad presenta en el hombre. El animal «neurótico» no existe en condiciones naturales.

Se ha comprobado que el hombre tiene algunas enfermedades que no las padece el animal o que las sufre en condiciones que son prácticamente extranaturales a su medio, tales como la diabetes, el asma, el infarto, las neurosis, las úlceras gastroduodenales, etc., que comúnmente no surgen en los animales o si aparecen, ocurren en condiciones tan extrañas a su medio natural que prácticamente se puede plantear que no forman parte de la patología animal.

El hombre tiene una mayor variación y diversidad en su espectro patológico. Esto es muy interesante, y por ejemplo, al estudiar los tumores en el hombre se ha comprobado que son mucho más diversos en sus formas de presentación, que los que ocurren en los animales. No es que los animales no tengan tumores, sino que las diferencias de la amplitud del espectro son muy importantes. También se puede observar que las enfermedades hepáticas, renales, pulmonares, etc., presentan también mayor diversidad de presentación y sus manifestaciones sintomatológicas son más variadas en el hombre que en cualquier otro animal no racional.

Al hombre le son propios y exclusivos los trastornos neuropsíquicos, relacionados con la esfera del pensamiento; específicamente con la conciencia, que es propia únicamente del hombre como ser social. El animal tiene psiquis, pero no tiene conciencia, por tanto, aquellos trastornos que tienen que ver con la esfera de la conciencia son propios únicamente de los hombres. Las enfermedades relacionadas con el lenguaje, con la interpretación de los fenómenos etc., pueden aparecer únicamente en el hombre, tales como las afasias, las esquizofrenias, las neurosis y las psicosis en general.

Se ha comprobado también que los animales domésticos, criados en condiciones artificiales, tienen una diversidad patológica mucho más amplia que la que presenta su misma especie en condiciones naturales. También es conocido que los animales en estas circunstancias, cambian algunas formas de su comportamiento habitual como son la agresividad, el sueño, la alimentación, etc.

El hombre, al transformar activamente el medio que le rodea, crea condiciones de vida que le permiten liberarse cada vez más de la acción de los mecanismos de la selección natural, al aumentar la variabilidad dentro de la especie y poder manifestarse genes latentes o recesivos, lo que no ocurre en condiciones naturales. De ahí que el espectro de la patología humana sea más extenso, tanto por su contenido como por su forma, mientras que sobre el animal actúa con todo su peso la ley de la selección natural y en la lucha por la existencia sólo sobreviven los más fuertes, que por otro lado, también son los menos susceptibles a las enfermedades.

Como resultado de este análisis se puede apreciar que la importancia de lo social es tal, que el proceso patológico humano se ha modificado con creces cuando se compara con el de sus antepasados en la escala animal. La modificación de la patología humana no es un simple proceso biológico, sino que por el contrario, la humanidad se libera de la influencia de los mecanismos de la selección natural a costa de la acción de las relaciones sociales. Se produce como expresamos anteriormente, un cambio en las características del genoma humano, que complica y diversifica el proceso patológico cuya tendencia cambia como resultado de la multiplicidad de acciones del hombre sobre su vida social.

La mente del cuerpo

La conexión existente entre la mente y la enfermedad se va haciendo cada vez más evidente en la medida en que progresan las investigaciones. Cualquier enfermedad, sea un cáncer o una esquizofrenia, se origina en el cuerpo-mente. La salud consiste en la capacidad del cuerpo para transformar y dar sentido a cualquier nueva información. En la medida en que seamos flexibles, en que nos adaptemos mejor a un ambiente cambiante (virus, atmósfera húmeda, polvo) podremos soportar mejor cualquier nivel elevado de tensión. Es como si el cuerpo tuviera su manera peculiar de «conocer», por medio del sistema inmunológico. Este sistema está ligado al encéfalo. La «mente» del sistema inmunológico está dotada de una imagen dinámica del propio ser. Así, tiene la tendencia de dotar de sentido a todos los «ruidos» del ambiente, incluyendo virus y alergenos. El reaccionar violentamente o rechazarlos, no se produce porque sean extrañas, como se pensaba, sino porque no tienen sentido, porque no pueden ser encuadradas en el orden de la totalidad. El sistema inmunológico está dotado de un gran poder y una gran adaptación en su capacidad de conferir sentido al entorno, pero como está ligado al cerebro, es vulnerable a las tensiones psicológicas. Es por ello que numerosas investigaciones han demostrado que los estados de tensión emocional, como la tristeza o la ansiedad, alteran la capacidad de funcionamiento del sistema inmunológico. Eso trae como resultado el que «cojamos» un virus, o una «reacción alérgica». Investigaciones realizadas en animales, han demostrado que este sistema tiene una memoria muy sutil. Si se asocia un medicamento inocuo a un inmunosupresor (droga que inhibe el funcionamiento del sistema inmune), el cuerpo aprende a suprimir su funcionamiento en presencia de solamente el medicamento inocuo, inclusive meses más tarde. Es de esa manera como asociamos con frecuencia períodos de tensión en nuestra vida con elementos inocuos del ambiente (como los alergenos, o sucesos que nos recuerdan otros acontecimientos), produciéndonos enfermedades crónicas que perduran mucho tiempo después de haber desaparecido la causa originante de la tensión. O sea, el cuerpo «se acuerda» de haber estado enfermo en presencia de esas señales.

Interrelación dialéctica entre lo biológico y lo social en los procesos vitales y la salud

Ninguna de las leyes biológicas o sociales actúa sobre el hombre y su salud por separado, todas en conjunto condicionan los factores que determinan el estado de salud de la población. Constituyen una unidad dialéctica en la que las biológicas y las sociales se manifiestan diferente, según los niveles en que se desarrollan los distintos procesos vitales. Tanto unas como otras actúan en todos los niveles del organismo, de manera que no actúa sólo lo biológico o sólo lo social de forma absoluta, ni tampoco actúan las 2 por igual. El problema de la interacción dialéctica consiste en que unas u otras leyes, sociales o biológicas, predominan según el nivel en que se produce el proceso vital o fenómeno de salud.

En los niveles inferiores (molecular, celular) predominan las leyes biológicas, y a medida que se pasa a los niveles superiores van predominando las leyes sociales hasta llegar al hombre integralmente como ser social, más aún, cuando se valora la salud de colectivos de personas, la salud de la sociedad, donde el predominio de lo social se manifiesta de manera muy evidente. Un ejemplo de la práctica médica, la atención a pacientes diabéticos, facilitará la comprensión de este problema:

La diferencia del hombre con otros seres vivos está dada en que por su esencia, el hombre es un ser social, y por tanto, en su vida, en su salud, las leyes sociales son, en última instancia, las determinantes. Los factores condicionados por leyes biológicas generales y específicas o por leyes que influyen sobre la salud del hombre, se manifiestan directa o indirectamente, siempre a través de su vida social.

Importancia de la relación entre lo biológico y lo social en medicina y salud pública

La comprensión correcta de la relación que existe entre las leyes y categorías biológicas y sociales tiene gran importancia teórica y práctica en el ejercicio de la profesión médica y para el médico como trabajador científico.

Al enfocar correctamente la relación dialéctica que existe entre las leyes y categorías biológicas y sociales, el médico puede estudiar y actuar sobre los factores socioeconómicos y biológicos que influyen en el estado de salud de las personas, la familia y la comunidad. Esto le permitirá un mejor desempeño, fundamentado científicamente, en su práctica profesional.

La enfermedad como resquebrajamiento de una unidad total

En lugar de ver la enfermedad solamente como el mal funcionamiento de una parte del cuerpo, debe percibirse también como una oportunidad de crecimiento y transformación. Debe aprovecharse el sentido terrible y catastrófico del suceso para ayudar a la reorientación de las prioridades del paciente, así como para ayudarle a descubrir o restaurar la percepción que tiene de sí mismo, la sabiduría y el sentido de interconectividad de toda su experiencia a lo largo de su vida.

La enfermedad debe visualizarse desde una nueva perspectiva: como un proceso de aprendizaje, como una oportunidad única para adquirir habilidades frente al dolor y el sufrimiento, para explorar las relaciones entre el individuo y la comunidad, para experimentar el proceso curativo como parte integrante de la relación paciente-equipo de salud.

Bibliografía consultada

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