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EL DUELO EN PACIENTES Y FAMILIAS EN SITUACIONES DE URGENCIA Y CUIDADOS CRÍTICOS

por Ana María Castañeda Chang



INTRODUCCIÓN

El presente trabajo tiene como finalidad realizar un acercamiento teórico al proceso de intervención con pacientes y familiares ante situaciones de emergencias y Cuidados Intensivos.

El entendimiento de la persona en su integridad, nos hace visualizar la labor, como un acontecer diario, en donde la participación de la familia es de suma importancia, tanto como el explicar de forma continua el que pasa y el como pasa del paciente y su entorno.


La atención en el paciente en instancias críticas

El estrés ocasionado por la enfermedad, el paciente y su situación crítica.

Una de las cosas a considerar es que sin tener en cuenta la naturaleza de la enfermedad, el objetivo de la intervención en unidades críticas es promover, mantener y restablecer niveles óptimos de funcionamiento orgánico, psicológico y social. (García 2002)

Lo cual en las unidades de cuidados críticos y de urgencias no se cumple, el objetivo inmediato de asegurar la supervivencia del paciente determina las prioridades de intervención; en este sentido es primero cautelar la sobrevivencia del paciente hacerse cargo de las funciones vitales. Cuando esto ya se controlo recién existe la posibilidad de reevaluar la situación y atender otros problemas.

Las prioridades orgánicas se determinan por el grado en que se comprometa la vida del individuo. Ciertos sistemas corporales son más susceptibles de alteraciones que exigen tratamiento intensivo; éstas se observan con frecuencia en las UCIs y UVIs. Estos trastornos se clasifican por sistemas y aparatos corporales, junto con las medidas específicas y otras complementarias, necesarias para evitar complicaciones yatrogénicas.



VALORACION DEL PACIENTE EN ESTADO CRÍTICO

Los cuidados al paciente crítico, tanto en unidades de cuidados intensivos como en cualquier otra, requieren establecer una base de datos, reconocer problemas reales y potenciales, así como las complicaciones potenciales, concretar prioridades, definir objetivos asistenciales, establecer las metas de las intervenciones, ejecutar las acciones planificadas y modificar planes y objetivos futuros atendiendo a los resultados obtenidos. De hecho, la labor que se efectúa con pacientes en estado crítico difiere de la que se realiza con otros pacientes debido al cambio continuo de los datos de referencia, al gran número de problemas interrelacionados y complejos, a la frecuente reordenación de prioridades y a las limitaciones de tiempo impuestas por la rápida evolución del estado del paciente.

El proceso de evaluación de los pacientes críticos difiere del de otros pacientes sólo en cuanto al número de dispositivos de apoyo disponibles para la recolección de datos. El monitor cardiaco, los catéteres de control hemodinámico y los análisis de laboratorio proporcionan datos que deben incorporarse a la evaluación total del paciente. Estos datos complementan los aportados por la observación directa de la enfermera y los que reúne a través de la historia de enfermería y exploración física del paciente. La información procedente del control instrumental será una serie de datos y números sin sentido hasta que la enfermera de cuidados intensivos la relacione con los parámetros físicos y la integre en un análisis racional y objetivo.



PREVENCIÓN Y REDUCCIÓN DE LA TENSIÓN PSÍQUICA

A pesar de la atención continua que debe prestar enfermeras y enfermeros de Unidades de Cuidados Intensivos a las alteraciones orgánicas, no debe olvidar los factores de tensión psíquica que tiene que enfrentar el paciente y su familia. Los conflictos afectivos y emocionales que éstos deben enfrentar no sólo afectan a la salud psíquica sino que además condicionan la recuperación física del paciente.

El primer paso en la prevención o reducción de la tensión psíquica consiste en determinar cómo perciben el paciente y su familia la situación desencadenante. Dicha percepción está condicionada por la personalidad de cada individuo, la salud psicológica en ese momento, la comprensión de la situación que se está viviendo, las expectativas, la tolerancia frente a la incertidumbre y la forma de enfrentar las situaciones. La percepción inicial suele afectarse profundamente por la experiencia previa de situaciones similares, sean negativas o positivas y por el grado de familiaridad con el ambiente medico hospitalario. A continuación describimos cinco medidas, que se pueden poner en práctica en cualquier circunstancia y sirven para reducir la tensión psíquica que la enfermedad produce en la familia: (García 2002)


Reconocer, aceptar y animar al paciente y a su familia a expresar sus sentimientos

Dado que al paciente crítico se la aparta de su medio habitual y de sus hábitos cotidianos y que su vida depende en gran medida de terceros, se ve privado total o parcialmente de sus puntos de apoyo afectivo. Son frecuentes los sentimientos de desamparo, impotencia, soledad y de despersonalización, así como la alteración de la imagen corporal.

Las formas de expresar y por lo tanto, aliviar la frustración, la rabia, la hostilidad, el temor y la depresión que producen estos sentimientos, se ven muy limitados por el ambiente físico de las unidades de cuidados críticos.

El hecho de mantener una atmósfera de diálogo y aceptación anima al paciente a expresar sus sentimientos, y puede constituir una forma de superarlos. El diálogo sincero y abierto reduce la sensación de despersonalización y la ansiedad y evita el aislamiento y el retraimiento. Cuando la enfermera sabe que la agresividad y la hostilidad suelen expresar temor y ansiedad y que la depresión y el retraimiento pueden ser signos de desesperanza, soledad e impotencia o pérdida, puede aceptar esos sentimientos como algo normal y previsible en la situación en que aparecen. Si se anima al paciente a expresar sus sentimientos, le será más fácil darse cuenta del porqué de esos sentimientos y de ciertas conductas que pueden parecer anómalas o equivocadas. Esta actitud, además, acepta y protege las conductas y los sentimientos de ese tipo. Tanto la enfermera, como cualquier otro miembro del equipo asistencial, debe estar preparado para aceptar lo que el paciente dice, independientemente de la carga afectiva que posea lo expresado. El reconocimiento y la aceptación desapasionada de los sentimientos del paciente, le refuerza en su derecho a sentirlos.

Los pacientes intubados no pueden expresar libremente sus sentimientos, incluso cuando están despiertos y en su ambiente. Por esta razón son especialmente vulnerables a las tensiones psicológicas. La enfermera debe cuidar de no caer en la tendencia natural de comunicarse menos con los que tienen menor capacidad para hablar. Una forma de reducir la sensación de aislamiento es ofrecer un lápiz y un papel al paciente y mantenerlos siempre a su alcance, ofreciéndole ayuda cada vez que sea necesario. No obstante estos métodos no son adecuados para expresar sentimientos personales o preocupaciones complejas. La enfermera puede comprender el estado afectivo del paciente por su aspecto, por su conducta y sabe qué tipo de preocupaciones es más probable encontrar en el paciente. Una forma de lograr que el paciente exprese sus preocupaciones consiste en que la enfermera enumere las probables inquietudes y permita al paciente asentir cuando reconoce una como propia.


Informar, aclarar errores de interpretación en cuanto al estado físico, objetivo del tratamiento y medidas adoptadas.

Dado que la conducta del paciente frente a su enfermedad y al medio que lo rodea está condicionada por la percepción del estrés y no por la situación en sí es fundamental que tanto éste como su familia reciban la información adecuada y explicaciones sencillas. En ausencia de estas explicaciones, el ambiente de las unidades de cuidados críticos se presentan como un lugar misterioso y hostil, repleto de estímulos nocivos, que pueden percibirse como antinaturales e incluso mágicos. El sentimiento de vulnerabilidad del paciente se ve exacerbado por el alto grado de complejidad técnica que lo rodea. Por ejemplo, el paciente puede pensar que, en realidad, el monitor cardiaco está manteniendo la actividad de su corazón; que una transfusión de sangre indica que lo están desangrando o que la fisioterapia respiratoria indica neumonía. Un error muy difundido entre los paciente sometidos a derivación aortocoronaria consiste en creer que “corazón abierto” se refiere a una intervención quirúrgica en la cual se secciona el miocardio por la mitad y luego se lo sutura en su lugar. Tal error interpretativo puede llevar a una alteración drástica de la imagen corporal.

Mucho de lo que el paciente sabe acerca de su enfermedad depende de lo que el equipo sanitario le enseñe, tanto directa como indirectamente. La enseñanza de paciente en estado crítico requiere objetivos a corto plazo. El dolor, la debilidad, la ansiedad y la confusión transitoria constituyen algunos de los obstáculos que experimentan estos pacientes en su proceso de aprendizaje. A pesar de estos obstáculos, los pacientes y sus familias necesitan explicaciones repetidas y sencillas de todos los procesos y del propósito de cada intervención, así como una introducción a los planes de rehabilitación y de mantenimiento de la salud. Es posible que al principio los pacientes no comprendan o no crean aquello que se les dice, o que la ansiedad y la negación les impida recordarlo. Es probable que haya que repetir y reinterpretar el diagnóstico, el pronóstico, los objetivos del tratamiento, los procedimientos y las expectativas del paciente y su familia continuamente durante toda la estancia en la unidad de cuidados críticos. El paciente y su familia podrán percibir la situación con mayor claridad y hacer planes realistas si se les mantiene informados y al día en cuanto a la evolución del paciente y las modificaciones de los planes asistenciales, además, motiva la cooperación porque los convierte en miembros del equipo sanitario. (García 2002)


Estimular y respaldar la participación del paciente y su familia en la asistencia y la toma de decisiones.

La esencia de la asistencia de urgencia es ayudar a los individuos a enfrentarse a la crisis vital producida por una enfermedad crítica. La enfermera de cuidados intensivos y emergencias en sí posee un campo de acción mucho más amplio y orientado al futuro que la mera asistencia de las crisis; pero las situaciones concretas dentro de las unidades suelen requerir la acción inmediata y el enfoque limitado propios de la asistencia de una situación crítica. En ese momento se hace necesario establecer objetivos a corto plazo para el paciente y su familia; las opciones posibles son limitadas. A medida que la situación se estabiliza, aunque no deje de ser crítica, se da más información al paciente y su familia y se les exige mayor responsabilidad en el establecimiento de metas comunes y en la elección de otras posibilidades de conductas. Cuando el paciente y su familia conocen bien el objetivo del tratamiento y comprenden el diagnóstico del paciente, su estado actual y el pronóstico, se les puede hacer participar en muchos aspectos de la planificación asistencial y son capaces de tomar decisiones coherentes con el tratamiento.

La participación de individuos en los que el paciente tiene gran confianza, supone un alivio de su sentimiento de impotencia, frustración y ansiedad. Además, cuando estas personas de gran importancia afectiva, ya sean familiares o amigos, comprenden y colaboran con los objetivos del tratamiento y participan en el cuidado del paciente, están mejor capacitados para continuar y ampliar esta conducta cuando el paciente abandona las unidades de cuidados críticos y el hospital. Aún cuando el paciente esté en coma, las visitas de personas claves desde el punto de vista afectivo, que le hablen y toque, puede tener efectos positivos, aunque difíciles de objetivar y ayudar a disminuir la sensación de desamparo de los familiares. Los pacientes con el sensorio intacto pueden participar directamente en el establecimiento de objetivos terapéuticos y en la planificación asistencial. Una forma de aumentar la sensación de control por parte del paciente consiste en motivarlo para que planifique el programa de actividades diarias. La certeza de que sus preferencias no importantes para el equipo sanitario y de que se le trata como un individuo capaz de tomar ciertas decisiones, mejorará la autoestima y refuerza la sensación protagonista del paciente en cuanto a su recuperación.


Favorecer y conservar un entorno sensorial controlado

El ambiente de las unidades de cuidados críticos y emergencias es un factor creador de grandes tensiones, con el que tanto el paciente como la familia deben enfrentarse. Hay que añadir que los pacientes que reciben narcóticos y sedantes, los extremadamente ansiosos, los que sufren varias afecciones debilitantes concurrentes, los que padecen trastornos respiratorios y metabólicos, los que sufren de insomnio y los ancianos, suelen exhibir alteraciones del pensamiento y distorsión de la percepción. Estos individuos necesitan que se les conecte con la realidad en forma continua. Aunque algunos factores ambientales no se pueden modificar, hay acciones que la enfermera puede llevar a cabo con el fin de crear un ambiente sensorial adecuado. (García 2002)

La situación de tensión emocional puede llegar a su máximo con la muerte del paciente. Las siguientes son algunas indicaciones para la enfermera de la unidad de cuidados críticos que tiene a su cargo un paciente moribundo:

-   Analizar sus propios sentimientos en relación a la muerte.

-   Para valorar las necesidades del paciente y la familia es preciso escuchar.

-   Estar siempre disponible; estar presente tanto física como emocionalmente.

-   Ayudar en los requisitos administrativos tales como llamadas telefónicas y obtención de permisos de visita.

-   Tranquilizar a la familia, asegurándole que el paciente está bajo vigilancia permanente, aún sabiendo que está indicado no practicar la reanimación. Proporcionar información.

-   Respetar la relación individuo-familia que existía mucho antes que la relación paciente-hospital.

-   Tratar de no emitir juicios de valor acerca de la familia o asuntos relacionados con el hospital.

-   Hacer participar a la familia en la asistencia.

-   Velar por la intimidad del paciente y su familia.

-   Dar oportunidad a la familia para ejercer sus ritos culturales o religiosos.

-   Actuar con tacto en la asistencia al paciente y a la familia.



El ambiente de las unidades de cuidados críticos es un medio dinámico que intenta obtener el máximo beneficio de las medidas aplicadas a los enfermos graves. La protección del paciente de sus riesgos potenciales y la consecución de los objetivos asistenciales fijados, exigen una atención sanitaria de la mejor calidad.



RECURSOS PARA AFRONTAR LA PÉRDIDA

No podemos obviar la situación de pérdida y el modo en que sucede lo cual repercute y condiciona las reacciones de los supervivientes. Las causas de avanzan en un sentido de mayor o menor aceptación. La muerte a una edad avanzada o la muerte de un niño comportan en algunos momentos justificaciones bipolares. Mientras el anciano ha completado un ciclo cronológico al niño se le ha " arrebatado " la vida, de hecho el luto de los padres es particularmente duro pues ven la muerte como algo antinatural e injusto. Factores específicos complican el duelo en la pérdida de un hijo pequeño según explica Furman (1973) por el hecho de que se da una incompatibilidad de dos procesos psicológicos que suceden simultáneamente: el de alejamiento y el de vinculación afectiva. El alejamiento o proceso de separación del fallecido empieza primero por una identificación del superviviente con el difunto. A través de la identificación le es posible retener atributos del fallecido que serán mantenidos como parte de la propia psicología del superviviente. Este proceso de identificación preserva psicológicamente la continuidad de la relación entre los supervivientes y el difunto. Más adelante, cuando posea una situación más estabilizada de su yo, los supervivientes podrán distinguir entre aquellos atributos que les pertenecen a ellos y los que pertenecieron a su hijo.

En el caso de las muertes perinatales o neonatales y de niños mayores. Según describe Lewis (1978), a los padres no les es posible incorporar en si mismos ninguna parte del indefenso recién nacido y hacerla adaptable. Según él, el duelo por la muerte de un niño se comprende mejor si se lo compara con la pérdida de un miembro. La muerte del hijo lo cual provoca que quienes les rodean los esquiven, tal como harían con un mutilado, puesto que incita en ellos miedo y ansiedad. Otro autor Knapp (1986) nos correspondiente imagen de sí mismo del padre y de la madre es amputada en parte por lo que refiere haber encontrado seis características principales comunes a todos los padres que han perdido a un hijo. Estas pautas modales comunes de respuesta, tal como las denominó se daban en una amplia mayoría de los padres de su muestra tanto en la forma como en la intensidad, entrañando unas connotaciones beneficiosas y otras perjudiciales. Sin tener en cuenta las connotaciones estas pautas modales de respuesta representan aspectos naturales del complejo fenomenológico del proceso del duelo. Las seis pautas modales comunes de respuesta identificadas son: 1. - La promesa de no olvidar nunca al hijo. 2. - El deseo de morir. 3. - Una revitalización de las creencias religiosas. 4. - Un cambio de valores. 5. - Una mayor tolerancia. 6. - Sombra de dolor.

En el proceso de la pena está inmersa una sensación de afrenta que emerge, en especial tras la muerte de los niños, como una necesidad de justicia. Nuestro sentido de la rectitud sobre la vida se siente profundamente ofendido cuando un niño muere y a menudo tratamos, en nuestra pena, de enderezar esta situación, Lee (1995).

Hay algo a lo que en más de una ocasión se ha denominado pena general, que un poco arrastra todos desde nuestras pérdidas corrientes de nuestra niñez. Existe un modo en que todos sufrimos una pena aunque no hayamos perdido a nadie. De la misma manera que sentimos amor aunque no hayamos amado profundamente, padecemos una pena general que forma parte de nuestra humanidad y que está ligada a nuestros pesares personales. De igual manera la edad afecta a la comprensión de la pérdida y evidentemente a las reacciones ante ella. Con la experiencia las personas normalmente aumentan su comprensión y aceptación no sólo de la vida sino también de las pérdidas y la muerte. Existe también el duelo nacional o colectivo que bastantes de nosotros experimentamos tras una tragedia, por ejemplo cuando mueren muchas personas juntas o cuando oímos hablar del asesinato de un niño.

Las reacciones más fuertes y prolongadas se manifiestan cuando la muerte es imprevista. No ha habido tiempo para programar o anticipar el suceso. De pronto los supervivientes se encuentran frente a un drama: un accidente de tráfico, un infarto, un suicidio, un embarazo interrumpido, un asesinato. Ello provoca un fuerte shock a todos los que conocían a la víctima. En el caso particular del suicidio los supervivientes quedan además de con el dolor que ello supone con interrogantes sin respuestas y el sentimiento de culpa de no haber podido prevenir la muerte.

La muerte cruel nos es recordada cotidianamente por los medios de comunicación, es la provocada por la violencia, los asesinatos, el terrorismo. Los familiares se sienten indignados ante esta muerte cuando a ellos les afecta entre otras cosas porque los culpables permanecen en el anonimato. Quien vive este luto vive a menudo las imágenes del cadáver martirizado y está obsesionado por el pensamiento de como habrá vivido su ser querido aquellos últimos momentos. Las diferentes circunstancias de muerte tienen su peso así como los interrogantes y retos específicos en los supervivientes.

Los familiares en luto viven su duelo en el contexto de una realidad social que tiene su propio peso en el proceso de recuperación de la pérdida. Existe una red de sostén social la cual tiene un rol propio según las situaciones y las necesidades de cada uno. Vollman (1971) ha observado que las familias que utilizan sistemas de comunicación abiertos y eficaces y facilitan la coparticipación de los sentimientos tienen mayor probabilidad de llegar a una mayor adaptación respecto a otras que aplican en cambio un modelo de negación o de supresión de sentimientos.

Decimos adiós a alguien en un contexto, con unas determinadas funciones, relaciones. Las cuales pueden influir en el proceso de nuestro luto en función de los distintos grados de parentesco: padre o madre, hijo, cónyuge, Rol desempeñado por el fallecido, roles sexuales, creencias espirituales, calidad de la relación mantenida con el difunto tanto psicológica como económico-social. La sensación de culpa acentuada sobre todo en el caso de relaciones problemáticas y de incomunicación. El haber tenido o no otras experiencias de duelo y el hecho de que factores culturales faciliten o no la expresión de determinadas conductas de duelo. Preferimos agrupar los recursos en las siguientes categorías:


 

CULTURALES

Filosofía de la vida

Formación. Profesión

Hobbies o intereses personales

Trabajo

Relación con el ambiente

 

INTERPERSONALES

Capacidad de iniciativa

Roles familiares y sociales

Horizontes sociales:
            Servicio a los demás

Cualidades: Responsabilidad

Espíritu de colaboración

 

 

PERSONALES

Carácter / Personalidad

Confianza en sí mismo

Cualidades personales:
             Realismo, optimismo

Fuerza de voluntad

 

 

ESPIRITUALES

Relación con Dios

Participación de la Iglesia

Espiritualidad

Oración

Virtudes: Fe, esperanza, caridad...

 


La familia también está inserta en un mundo cultural, con sus comportamientos, tradiciones, valores sociales, expectativas, etc., y las distintas culturas afrontan el problema del duelo y de la muerte de maneras diferentes. Mientras existen culturas en las que se alienta y exterioriza la expresión de los sentimientos en otras se impone una actitud de reserva y anonimato. Resulta evidente que el clima cultural con sus condicionamientos y múltiples facetas influye en la elaboración de la experiencia luctuosa.

La red de sostén social da ayuda a los supervivientes mediante un soporte. En el caso de la dimensión religiosa la iglesia aporta sus ritos y valores. El consuelo y guía, amigos y voluntarios, información y aportaciones específicas para superar momentos críticos suelen venir dado por profesionales tales como enfermeros, médicos, psicólogos, sacerdotes y terapeutas.

Un sistema de apoyo que otorga realmente ayuda a individuos en situación de duelo está representado por los llamados grupos de ayuda (support-groups) formados por personas que han sufrido pérdidas y que tienen un encuentro cada cierto tiempo para intercambiar sus experiencias, para darse ánimo y crear una red de mutuo sostén tanto dentro como fuera del grupo. Nuestra experiencia directa con algunos de estos grupos confirma el beneficio que pueden obtener de ello los participantes y así a sido confirmado por autores como Pangrazzi (1988). Este fenómeno que ha avanzado de manera considerable en el mundo anglosajón en España haya correspondencia en grupos de asistencia a alcohólicos, toxicodependientes, enfermos renales, portadores y enfermos de SIDA, personas que sufren un duelo.

Cada uno de los eslabones sociales mencionados representa un apoyo potencial o real para quien está de luto y un espacio a tener en cuenta para dirigir nuestra mirada, atención y recursos afectivos y creativos.

El individuo con sus características y recursos personales es quien puede elaborar de manera positiva una pérdida luctuosa, pudiendo ser sus reacciones diversas y/o ambivalentes. De poder ser devastador y paralizante a ser una experiencia de crecimiento personal, de encontrarse perdido a descubrirse, de abandonarse a intentar salir por todos los medios.

Son diversos los factores internos del individuo que explican sus reacciones: La edad, la personalidad, su capacidad para afrontar el estrés, su visión de la vida, la confianza en sí mismo. Una investigación llevada al efecto por Raphael y Maddison (1976) indica que individuos socialmente aislados o que están educados para no expresar su dolor o en el caso de viudas jóvenes con hijos son más vulnerables al luto.

Los recursos personales que permiten al individuo canalizar sus energías, diversificar el uso del tiempo y del ambiente social se convierten en el camino hacia la curación y la salud. Entre ellos cabe destacar: la serenidad, la tenacidad, la fuerza de voluntad, los hobbies personales, la eficacia, la capacidad de iniciativa, el sentido de la responsabilidad, la apertura a la amistad, etc.




REACCIONES CUANDO SE PRESENTA LA PÉRDIDA.

La persona en situación de duelo tendrá reacciones diferentes en función de los factores circunstanciales, relacionales, culturales y personales los cuales condicionan sus respuestas ante el hecho luctuoso.

El duelo es calificado no tanto por lo que ha sucedido al difunto sino por lo que le acontece al superviviente. Por ello los profesionales han de ser conscientes en todo momento de que la familia y amigos no sólo necesitarán apoyo durante el proceso previo a la muerte, si lo hubiese habido, en el que la enfermedad pudo haber sido larga y en ocasiones insoportable. Habiéndose producido probablemente un cambio en la estructura familiar: emocional o económico y que las relaciones y/o problemas que se daban antes del proceso pueden no sólo continuar sino haberse acentuado. La compañía y comprensión suelen ser los mejores aliados para ayudar a la familia y amigos durante el proceso de duelo.

·   La ficción mutua. Tanto el paciente como la familia y el equipo sanitario saben que el pronóstico de la situación es terminal pero no sólo no se habla de ello sino que los esfuerzos son por no sacar el tema. En infinidad de ocasiones nos encontramos que el paciente evita exteriorizar sus miedos sobre la muerte por proteger a su familia y amigos de la angustia. También puede darse el caso de que el paciente se sienta incómodo con algún miembro del equipo sanitario o con todo este y prefiera no tocar el tema. El fingir mutuo le permite al paciente cierto grado de intimidad a la vez que le aísla de descargar el peso de sus temores.

·   La conciencia abierta. Paciente, familia y amigos saben que la muerte es inminente y hablan de ello tranquilamente aunque piensen que se trata de algo difícil. Esta situación proporciona al paciente la posibilidad de arreglar sus asuntos. Evidentemente este tipo de conciencia no es el modelo predominante aunque según algunos estudios, las enfermeras prefieren el estado de conocimiento abierto además de implicarse emocionalmente con los pacientes y sus familias lo cual les permite ejecutar totalmente su ideal de cuidados de enfermería, Field (1984).




AFRONTANDO EL DUELO

La persona en duelo debe ser capaz de conseguir recordar el objeto o la persona perdida sin un dolor intenso y ser capaz de dirigir la energía emocional dentro de la propia vida y recuperar la capacidad de amar.

Evidentemente para ello la persona necesita:

·   Sentirse libre de vínculos emocionales con el difunto.

·   Ser capaz de ajustarse al cambio del ambiente.

·   Ser capaz de desarrollar nuevas relaciones y renovar las antiguas.

·   Sentirse cómodo tanto con los recuerdos positivos como negativos del difunto.



Sin lugar a dudas la comunicación es un hecho vital y relevante para las situaciones de pérdida. Son muchos los esfuerzos realizados por mejorarla a lo largo de nuestra vida profesional. Existen técnicas relacionales que potencian la empatía tales como la denominada relación de ayuda o el counselling para quien muestra interés en profundizar en este campo. Las reglas que nunca fallan son las de escuchar atentamente en un clima que lo favorezca, en silencio, no forzando con preguntas sino que nos sirvan en todo caso para clarificar no sólo lo vivido sino también los sentimientos que nos expresa de manera que podamos reformulárselos a la persona haciendo un resumen de la situación lo cual la hará sentirse comprendida y servirá para clarificar la situación y las metas a conseguir. Dan no muy buenos resultados actitudes “consoladoras”, de consejo y evaluadoras. Evidentemente el profesional valora que es lo adecuado para el paciente y que tipo de comunicación puede ser más eficaz con idea de intentar conseguir que la persona a grosso modo:

·   Exprese sentimientos de tristeza, enojo o rabia.

·   Comparta pensamientos y sentimientos con sus allegados y/o grupo de referencia.

·   Utilice recursos adecuados.

·   Vuelva a asumir actividades habituales, cotidianas, en cuestión no sólo de trabajo sino también de recreo.

·   Mantenga relaciones personales constructivas y establezca nuevas relaciones.

·   Exprese el sentido de progreso hacia la resolución del duelo.

·   Identifique planes alternativos para alcanzar los objetivos que eran importantes antes de la pérdida. (García 2002)



BIBLIOGRAFÍA


Ana María Castañeda Chang
Lic. en Psicología
Psicóloga del Instituto de Salud del Niño. Lima-Perú
Master y Doctorado en Psicología Clínica
Catedrático de la UNIFE
amcch68@yahoo.com



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