Las infecciones oculares son uno de los problemas oftalmológicos más frecuentes que producen una alta morbilidad ocular y que, en determinadas situaciones, pueden causar disminución de la visión y ceguera. Según su gravedad presentan un amplio abanico de formas clínicas que van desde procesos superficiales leves, que se pueden tratar sintomáticamente, hasta cuadros graves que ponen en riesgo la visión del paciente y que precisan de una intervención inmediata. Las infecciones oculares se definen por las estructuras anatómicas que se ven afectadas. Pueden afectar a las estructuras superficiales que rodean el ojo (conjuntivitis, blefaritis, canaliculitis, dacriocistitis, celulitis orbitaria y periorbitaria), a la superficie ocular (queratitis) o a los líquidos y tejidos intraoculares (endoftalmitis y uveítis). Una amplia variedad de bacterias, hongos, virus y parásitos pueden causar algún tipo de infección ocular.
El diagnóstico microbiológico de las infecciones oculares es complejo por varias razones. El ojo no constituye una estructura de fácil acceso para obtener muestras por su peculiar anatomía y fisiología. La recogida de las muestras sin contaminación por la microbiota comensal es difícil y la situación se complica aún más en algunas infecciones en las que los microorganismos etiológicos más frecuentes son parte de esta microbiota. El volumen de muestra obtenido es normalmente muy escaso por lo que es recomendable que, en vez de enviar la muestra al laboratorio, sea el médico que realiza la toma quien inocule los medios de cultivo.
- Profesor: Dianelys Samón Manet