En Cuba, la mayoría de los medios de producción clave, como la agricultura, la industria y los servicios básicos, están en manos del Estado. Esta forma de propiedad colectiva permite planificar la economía de manera centralizada, priorizando el bienestar social sobre el beneficio individual. La propiedad estatal garantiza que los recursos se utilicen de manera equitativa y en función de las necesidades de la población. El sistema económico cubano se basa en una planificación centralizada que busca maximizar la eficiencia y la equidad en la asignación de recursos. A través de planes quinquenales y otras estrategias, el gobierno cubano coordina la producción, distribución y consumo de bienes y servicios para satisfacer las necesidades de la población y promover el desarrollo sostenible. Además, se han implementado políticas económicas orientadas a garantizar el acceso universal a servicios básicos como educación, salud, vivienda y alimentación. Estos servicios son proporcionados de forma gratuita o a precios simbólicos para todos los ciudadanos, lo que contribuye a reducir las desigualdades socioeconómicas y a fomentar la solidaridad entre la población. Cuba ha mantenido históricamente una política de solidaridad internacionalista, brindando apoyo a otros países en desarrollo y colaborando en proyectos de cooperación en áreas como la salud, la educación y la agricultura. Esta solidaridad se basa en principios socialistas de ayuda mutua y cooperación entre naciones, y refleja el compromiso de Cuba con la construcción de un orden mundial más justo y equitativo. En Cuba, se fomenta la participación activa de los ciudadanos en la vida política y económica del país a través de iniciativas como los Comités de Defensa de la Revolución y las asambleas de consulta popular. Además, se promueve el trabajo voluntario como una forma de contribuir al bienestar común y fortalecer los lazos de solidaridad entre los ciudadanos.
Los fundamentos económicos del modelo cubano, basados en la propiedad estatal de los medios de producción, la planificación centralizada, la priorización del bienestar social, la solidaridad internacional y la participación ciudadana, han sido fundamentales para la construcción y consolidación del sistema socialista en Cuba. Estos principios han permitido a Cuba resistir presiones externas y mantener su soberanía política y económica, al tiempo que ha logrado avances significativos en áreas como la educación, la salud y la igualdad de género.