La Enfermería es una profesión que según pensadores de esta área de la salud se concibe “humana y práctica”, que al decir de este autor es desarrollada por humanos y para los humanos, y para cumplir con su objeto social que es el cuidado de las necesidades humanas ante los problemas de salud, necesita de la adquisición de habilidades prácticas. Estas habilidades, que, en el orden del “hacer, saber, saber hacer”, se sobredimensionan cuando el “ser”, es traducido entre otros aspectos desde la perspectiva del desarrollo de la personalidad profesional, que se enfoca en el logro de actitudes y un desempeño coherente no solo con las necesidades y expectativas personales, sino con las necesidades y las expectativas de la sociedad en general.
En el enfoque que dirigido al desarrollo de la personalidad se describe en cada uno de los programas de disciplinas y asignaturas, no se visualiza con frecuencia el impacto que en el desempeño profesional estos pueden tener. Sin embargo, muchos son los ejemplos que en estos tiempos resaltan y cuya expresión deviene no solo de lo que se planificó, sino también de la impronta de cada profesor, el que no solo enseña sino educa.
En estos “Tiempos de COVID-19”, como se escucha mencionar con frecuencia en medios de difusión y discursos en muchos ámbitos, han removido en los estudiantes de Enfermería esos valores inculcados. Cuando la epidemia ya había transgredido las fronteras cubanas, la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana en su momento consideró necesario que los estudiantes de Enfermería ofrecieran su aporte contra un enemigo invisible, la convocatoria fue masiva aun cuando reconocieron sus vulnerabilidades, se incorporaron a labores de pesquisa activa en las comunidades junto a estudiantes de otras áreas y cuando fue necesario más cerca del riesgo en los centros de salud destinados a casos con síntomas respiratorios.
¿Miedo? Sí, existió miedo, aun cuando fueron capacitados en cuanto a las medidas de protección personal, el miedo estuvo presente. ¿Avatares?, claro, las emergencias son novedosas e implican poner a prueba la capacidad de adoptar alternativas viables. ¿Solos?, No, siempre estuvieron conducidos por profesores que reconocieron la necesidad de mantener la formación y no dudaron en enfrentar con los estudiantes la convocatoria aceptada. ¿Orgullo?, mucho orgullo, al ver lo que el claustro fue capaz de formar, eso que en un inicio de este texto se menciona como personalidad profesional. ¿La historia ayudó?, Si, el legado de Florence siempre estuvo presente, su historia, el paradigma que impone, las concepciones ambientalistas. Así como, sus continuadoras del siglo XX como Virginia Henderson quien expuso la evitación de los peligros del entorno y la lesión a otros, estos presentes como principios básicos, y Faye Glenn Abdellah, quien concibió la promoción de la seguridad por medio de la prevención, lesiones, y evitar la propagación de infecciones, respectivamente.
Ante estos hechos, la continuidad en la formación de profesionales de Enfermería en Cuba está viva, es dinámica, fructificada en cada uno de los profesionales que egresan cada curso y a los que dignamente se les puede llamar colegas. Esta formación y su resultado es coherente a las dinámicas y exigencias internacionales. En armonía con la confianza que las instituciones de la Enfermería ofrecen al declarar por el Consejo Internacional de Enfermería que este es el momento de la enfermería, tiempo de oportunidad para mostrar las competencias profesionales y la contribución que este ofrece a la salud y la calidad de vida de los seres humanos. Este momento, que impone a los profesionales retos que se superan con cada una de las acciones ejecutadas.
Estos son solo ejemplos de lo que desde la formación se logra en la formación de valores, momentos difíciles como estos moviliza las actitudes y afloran en ella lo mejor del ser humano, un humano que destina su vida al cuidado del otro.