El modelo económico cubano, desde sus inicios, se ha caracterizado por una fuerte planificación centralizada y la propiedad estatal de los medios de producción. Se ha priorizado la inversión en sectores estratégicos como la salud, la educación y la defensa, buscando garantizar el acceso universal a estos servicios básicos, un logro innegable del modelo. Además, se ha promovido la redistribución de la riqueza a través de subsidios, pensiones y otras políticas sociales.
En teoría, esta estructura económica debería sentar las bases para una sociedad más justa e igualitaria, características fundamentales del socialismo. Al controlar el Estado los principales medios de producción, se elimina la explotación capitalista y se orienta la economía hacia el bienestar colectivo. La planificación centralizada, a su vez, debería permitir la asignación eficiente de recursos y la superación de las contradicciones inherentes al mercado.
Sin embargo, en la práctica, el modelo cubano ha enfrentado serios desafíos económicos que ponen en duda su capacidad de garantizar la construcción del socialismo. La dependencia de fuentes externas de financiamiento (primero de la Unión Soviética y luego de Venezuela) ha generado vulnerabilidad y dificultado el desarrollo de una economía diversificada y autosuficiente. El bloqueo económico impuesto por Estados Unidos ha exacerbado estas dificultades, limitando el acceso a mercados, tecnologías e inversiones. Además, la rígida planificación centralizada ha demostrado ser ineficiente para responder a las necesidades cambiantes de la sociedad. La falta de incentivos a la productividad y la innovación, la burocracia excesiva y la corrupción han generado problemas de escasez, baja calidad y estancamiento económico.Reconociendo estas limitaciones, el gobierno cubano ha implementado una serie de reformas económicas en los últimos años, buscando descentralizar la gestión empresarial, promover la inversión extranjera, expandir el trabajo por cuenta propia y flexibilizar la planificación centralizada. Sin embargo, estas reformas han sido graduales y controvertidas, generando debates sobre su alcance y su impacto en el proyecto socialista. Los fundamentos económicos del modelo cubano, con su énfasis en la propiedad estatal y la planificación centralizada, han logrado avances importantes en la garantía de servicios básicos y la redistribución de la riqueza, sentando algunas bases para la construcción de una sociedad más justa. Sin embargo, la dependencia externa, las ineficiencias productivas y las limitaciones impuestas por el bloqueo económico han socavado la capacidad del modelo para generar un desarrollo económico sostenible y equitativo que garantice la construcción del socialismo.El éxito del proyecto socialista cubano dependerá de la capacidad del gobierno para implementar reformas económicas que promuevan la productividad, la innovación y la diversificación económica, sin renunciar a los principios fundamentales de la justicia social y la equidad. Se necesita un modelo económico que sea capaz de generar riqueza y distribuirla de manera justa, garantizando el bienestar de todos los ciudadanos cubanos y consolidando así la construcción del socialismo. Solo el tiempo dirá si estas reformas, junto con una eventual eliminación del bloqueo, permitirán que el modelo cubano alcance su potencial y cumpla su promesa de construir una sociedad socialista próspera y justa.